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23 octubre 2010

Se fue

Ayer por la mañana falleció una de mis tías.

Tras casi cinco años de una enfermedad tormentosa su muerte fue raramente apacible, sin demasiado dolor de por medio o sin muchas molestias de las cuales aquejarse, simplemente con la de una mascarilla de oxígeno que la ayudaba en nada.

Pocas veces me he enfrentado a la muerte de algún ser querido, mi abuelo murió cuando tenía 5 años y muy poco puedo recordar de aquello, ayer en la noche, durante el funeral de mi tía, me sorprendió -e incluso me sentí mal por ello- no haber caido en el llanto histérico en el que muchos cayeron, y más que por el hecho de que ella ya no esté, lloré por saber que los momentos felices en su corta vida fueron terriblemente escasos, lloré por que mis primos se han quedado sin su madre y lloré por que fue una de las mejores amigas de la mía. Pero tambien lloré de rabia, por que muchas de las personas que se encargaron de hacer su vida un poquito más miserable se atrevieron a ir a su velorio.

No puedo decir que no la voy a extrañar, pero tampoco puedo dejar de pensar que cada vez lucía más cansada y más acabada, y que a fin de cuentas, ella ya se había ido desde hacía algún tiempo, y ese cadáver inchado no era ella.